29 de enero de 2013

Onanismo



Deslumbrado por lo inefable, tanto le palpitaban interiormente las ideas que le sobrecogían como las oberturas de algunas sinfonías. Abrumado, se preguntaba si había para tanto o si valía la pena aquel alivio, aquellas tormentas absurdas con vocación de escritura. Pero, casi siempre, le terminaba venciendo la tentación de sentir las palabras rebotando en el aire, buscando su destino, para, finalmente, verlas apresadas en frases, brutalmente inmovilizadas y prendidas a un significado; y, sobre todo, le podía el placer de sentirlas emerger, todas juntas, con la prisa incontrolada de un espasmo, de su cabeza insomne, como una eyaculación fecundadora del vacío.

Equilibrio



Caminar hasta el ocaso daba tiempo para incesantes conjeturas, todas poco probables, el último día de la temporada. El campo le esperaba como un mar quieto de orografía invertida. Y, mirando al horizonte, se sentía atemorizado e impotente ante aquel reto voluntario. Tenía que equilibrar sus mermadas fuerzas con una sobredosis de paciencia, la velocidad con la precisión, la ambición con la perseverancia y el método. Sustituir el ansia por la presa por el arte de sorprenderla, la vehemencia por la sensatez… Meditando sobre estos pensamientos comprendió, a sus años, que la caza era una vieja y olvidada actividad educativa.

26 de enero de 2013

No te ciegues



Recapacita, Manolo, no te ciegues. ¿No ves que el gobierno decía unas cosas y hace otras?, ¿no comprendes que te engatusó la banca?, ¿no notas que la justicia te torea?, ¿no observas al politiquerío pedir decencia a los demás? No te abrumo más, Manolo, pero todo el mundo te engaña. ¿Qué tiene de particular que te engañe tu mujer? Perdónala, hombre, no ves que ella, arrepentida, al menos te lo ha dicho. Si no te revuelves contra tanto desaprensivo, no vayas a pagarlo ahora con ella que, al fin y al cabo, tenéis una relación, un cariño y un algo.

Nada



A las tristezas que me pudren,
a las alegrías olvidadas,
a los amores que oxida el recuerdo,
a los fuegos fatuos de la edad dorada.
A todos ellos les dedico
el amargo mirar de mi mirada,
el ácido sentir de mi tristeza,
el bostezo salado del olvido
y el dulce sabor a nada de la nada.

23 de enero de 2013

La ilusión recurrente



A veces imaginaba que la demoledora corrupción tendría finalmente un efecto extraordinario: unir a la gente de izquierdas y derechas, borrar, en definitiva, las señales del pasado que perduraban desde la Guerra Civil. La corrupción, paradójicamente, podría amalgamar a la gente frente al enemigo común, en lugar de mantenerla enfrentada. Pero eran ilusiones pasajeras, porque los dos grandes partidos, incesantes generadores de corruptelas, basaban su existencia en un pugilato de denuncias mutuas que arrastraban fidelidades y aseguraban su alternancia ora como regeneradores, ora como disolutos. Y mantenían dividido al país repartiéndose el poder como dos castas que se necesitaban recíprocamente.

22 de enero de 2013

Charco de ranas



Cuando oyó cantar a la rana pensó que la cogería. Pero, apenas se movió, aquélla saltó a la charca. Sin moverse, se fijó en las ondas de su zambullida. Esperó un rato y creyó vislumbrarla en el fondo fangoso. Aún podría cogerla. Pero, al aproximarse a la charca, un ciento de ranas saltaron a ella. Los chapoteos e impactos en el cieno oscurecieron las aguas de inmediato, tornándolas negras. Ahora sabía que había más ranas de las que sospechó, pero reconocía que era imposible cogerlas. Comprendió entonces el dicho: “Si enturbian las aguas, son políticos o son ranas”.

21 de enero de 2013

Serafín



Y así caminaban los dos, disfrutando de un diálogo pausado que, en la ciudad, era ya difícil mantener pues, como todo el mundo sabe, los ciudadanos andan de continuo irritados con los políticos, asustados por la crisis, desorientados por los jueces, entontecidos por los periodistas, empobrecidos por el paro, estresados por los horarios, acojonados por el tráfico y, en cierto modo, mentalmente capados, o incapacitados, para otra cosa que no fuera quejarse en privado, seguir la liga o navegar por Internet. Él era afortunado: tenía un amigo que, sobre darle conversación, le convidaba a calamares y cerveza. Ya más, imposible.

Diógenes



Cuando se entregó a la renuncia, que no a la pobreza, aunque reconocía que la segunda solía acompañar a la primera, no imaginaba la cantidad de personas que iba a conocer en un estado de necesidad parecido al suyo. Mas, parecido sólo, pues las motivaciones, cuando existían, eran muy dispares y siempre diferentes a la propia. Sin embargo, en honor a la verdad, la inmensa mayoría de aquellas personas le decepcionó. Habían llegado a aquel estado por las circunstancias, los imponderables, la mala suerte, el delito, la poca cabeza… y no abundaban, ni mucho menos, casos vocacionales como el suyo.

19 de enero de 2013

No me consta



Hijo, guárdate de la persona justa que llevas dentro. Ya sé que el corazón se resiente ante la podredumbre y la mente se fatiga ante la necedad. Piensa en cuanto sucede, entérate, pero, al justiciero, siléncialo so pena de enloquecer. Date cuenta de que ignorar la evidencia resulta más creíble que negarla y que cualquiera, viéndose acosado, alegaría ignorancia de respirar aire. Quien ignora no niega. Y considera cuánto más aplicable será esto a los que viven bajo el peso de enormes responsabilidades. Te pondré un ejemplo, hijo, verás qué fácil es:
-¿Es usted hombre nacido de mujer?
- No me consta.