Vuelvo a escribir a mano. La letra pequeña y minuciosa de los trazos me hace escribir de otra manera: artesanalmente, tipo cuadernos Rubio de caligrafía, como cuando aún se escribía con plumilla.
Al lado bits y bytes, abejas de la tecnología, zumban incansables en su colmena de plástico, enfebrecidos en sus panales de silicio, refrigerados por ese ventiladorcito que impide que se mueran.
Mientras, los rasgos silenciosos, dejan sobre el papel las huellas de otro bullicio sordo que, desde mi cabeza, desciende despacio sobre él, tomando la forma de las letras que da a luz el vientre de una pluma.
Al lado bits y bytes, abejas de la tecnología, zumban incansables en su colmena de plástico, enfebrecidos en sus panales de silicio, refrigerados por ese ventiladorcito que impide que se mueran.
Mientras, los rasgos silenciosos, dejan sobre el papel las huellas de otro bullicio sordo que, desde mi cabeza, desciende despacio sobre él, tomando la forma de las letras que da a luz el vientre de una pluma.