30 de abril de 2017

El concierto de primavera


Los chopos (don Álamo y don Pobo) son dos plumas clavadas en la poza raquítica del hilo de un regato. Planean los abejarucos como aeroplanos locos. Sobre las isasas, los estorninos, jaspeados en negro, sudan azabache. Corre el mirlo bajo los olmizos del torrente seco. Entre las panzas de los terrones juegan al escondite las perdices. De cerezo a almendro y de olivo a aliaga, palpitan los baberitos naranja de los petirrojos. Entre las atochas: pajaritas, alondras, zorzales, ruiseñores, jilgueros, abubillas y urracas. Desde las labores arrullan las tórtolas, zurean torcaces y maúlla de amor la codorniz. Bajan del cotarro grajillas y cuervos. Y todos afinan para el concierto de la primavera.

28 de abril de 2017

Montes


Tomo suspiros del aire de los montes. Con ellos, a veces, me alimento. Sé que en esos desiertos perviven trozos de soledad arrinconados. Y busco, sin afán por encontrar, cosas perdidas. Mis pies, tantas veces cansados, teclean de vez en cuando sobre ellos melodías que escucho con los ojos. Sus aires son caricias que queman la piel y, al caer de la noche, arrullan con la nana sin letra del misterio. En ellos el inquietante fiel que separa la vida de la muerte oscila siempre en la balanza. Pero, envuelto por sus mantas verdes y ocres, tengo siempre conciencia de ser en ellos la pieza atrapada y nunca el cazador que la espera a tiro fijo. 

26 de abril de 2017

Bosques


Comprimen la luz y dilatan las sombras. Mudan el sonido del viento. Estrenan, cada año, alfombras nuevas. Cobijan igual a la oropéndola, a la víbora, a la liebre, al tábano o al zorro. Acompañan en la soledad. Dan al sol flores y a la sombra líquenes y hongos. Prestan crujidos a los pasos, ecos a los sonidos, misterio al canto de las aves, agua a los manantiales, apoyo al suelo, calor y sombra al mismo tiempo. No te molestarán con su conversación pero te sugerirán miles de pensamientos silenciosos. Nunca te reprocharán tu ausencia y rociarán de seda refrescante tu mirada.

18 de abril de 2017

Huidos


Vámonos sólo un poco. Lo necesario para que nadie nos encuentre. El uno con el otro. No lo digas. No vaya a ser que alguien sospeche. Si llaman, nadie contestará. Si no llaman, no les añoraremos. Ambos sabemos que nadie nos quiere. Sólo son apariencias para un rato, cumplimientos, aspavientos familiares, cosas bonitas para el que las hace pero, en realidad, ficticias. Los dos sabemos que estamos solos. Y, ya que es así, que nadie nos perturbe. No rindamos a esos pasajeros momentos de cariño oficioso, efímero, cumplidor y educado, nuestro calor constante y natural de siempre, el que perdura.

16 de abril de 2017

Abajo y arriba


El camino es el paladar desnudo de la tierra. Descarado, mira al cielo a la cara. Está harto de que el cielo le mire siempre por encima. Polvoriento o enfangado, es la parte más impúdica del campo. Palpado desde siempre por huellas y rodadas, no tiene nada suyo. Es un mendigo.
El cielo ha sido siempre caprichoso. Un tipo ausente y altanero. Un galán acostumbrado a que lo miren, a envanecerse cuando lo observan con recelo. A su albur puede dibujar nubes hermosas, prometedores almacenes de agua. Pero es un sujeto voluble que no tiene palabra.  Puede anunciar lluvia y luego, despiadado, lijar las piedras con el viento, dando polvo donde prometió agua.

8 de abril de 2017

Mirando al futuro


Los oídos de piedra añoran los tonos quedos que sofoca una almohada.
El olfato, íntimo notario, recuerda olores personales que se desvanecieron.
El tacto tiembla sobresaltado, romo ya para diferenciar texturas.
El gusto tiene tatuajes viejos sobre los que no encaja ninguna novedad.
Las articulaciones, engarzadas en astillas de tiempo, son pedernales que dictan rigidez.
Los ojos, lavados por mil aguas de penas y alegrías, se han desvaído y miran asustados a la indefinición borrosa.


7 de abril de 2017

Despedida


Miró el aula desde la puerta. Cerró y entregó las llaves. Del mismo modo que llegó hacía siete lustros, se marchó. Ni tuvo bienvenida entonces, ni tampoco quiso despedida. Con el imperceptible gesto del que escribe, cerró el paréntesis. Y en él quedaron encerrados los gozos, las alegrías y las penas. Más de mil caritas infantiles, llenas de lágrimas y sonrisas, la miraron marcharse desde el silencio borroso del pasado. Y todo, en un segundo, se escapó por la atarjea del tiempo.