Si las leyes, como muchos
sostienen, deben estar de acuerdo con las costumbres, habría que cambiar
aquéllas que se refieren a los bienes y al dinero. Y, proclamándose lícito el
robo, en todas sus variantes, legalizar así convenientemente la más generalizada
de las costumbres, penalizando además cualquier actitud contraria a esta
práctica por ir en contra de los usos más comunes entre la gente de bien. Y,
siendo los preceptos acordes con los hábitos, disminuirían los delitos más
frecuentes o incluso se erradicarían. Porque de nada sirve legislar cuando, de
antemano, se hace contra natura. Es ceguera no querer verlo.
29 de marzo de 2016
28 de marzo de 2016
Lectodependientes
Si escribes, tendrás compañía de
por vida. Si lees, también la tendrás, pero adquiriéndola.
Los lectores asiduos y
empedernidos, reconozcámoslo abiertamente, son unos viciosos, unos dependientes
de ajenas compañías mercenarias.
Ser productor de esa droga legal,
que se difunde en letra impresa, hace a los escritores gente formal y responsable, al
menos interiormente; mientras que los lectores se venden a quien sea, son unos
promiscuos que, en su desesperado mono, consiguen y consumen esa droga sin
reparar en medios.
No os fiéis de las editoriales,
están metidas en el ajo. En Internet, hasta ahora, se suministran lecturas directamente
al lectodependiente.
26 de marzo de 2016
El móvil del asunto
Nuestros padres, y muchos de
nosotros, hemos vivido encadenados a un horario. Era éste la cotidiana hoja de
ruta del trabajo. Y, para recordarlo, todos terminamos llevando el sutil
grillete de un reloj de muñeca.
Cuando irrumpió la informática,
muchos ilusos creímos que venía a liberarnos, pero se ha utilizado no sólo para
extender el control y difuminar las lindes del horario laboral sobre nosotros,
sino también para invadir cualquier momento, cualquier actividad, gusto o
afición. Y, a medida que, como niños, sigamos aceptamos gozosos, y pagando
gustosos, los medios que nos vigilan a distancia, nada nos quedará que sea
propio.
25 de marzo de 2016
Pasión española
La emoción por volver a ejercer
de nativo de esta nación sin bandera vuelve cíclicamente por Semana Santa. La
excusa de la pasión divina, en un país de descreídos, permite la
representación, el sentimiento y, sobre todo, el deslumbrante barroquismo de la
fiesta.
Para la pantomima se necesitan
ganas de protagonismo, porque la fe es justo lo contrario al espectáculo. Y una
vez más llega el momento de ser nativos propios, la religión presta la excusa y
una variada gama de oficios, vestuarios, colores y sonidos. Y tanta es la
afición por estos lances que hasta los días se disfrazan de santos.
20 de marzo de 2016
Pardillos
Hoy, lo dice el papel, es el día
internacional del gorrión. También se llama pardillo a este pájaro pequeño,
omnívoro y voraz que, por esto y por estar adaptado a las urbes, tanto se
parece a las personas.
A muchos, quizás a todos, nos han
llamado alguna vez pardillos por nuestra ingenuidad o buena fe. Así que, personalmente,
me siento aludido por este nuevo santoral laico que supone que cada día sea el
día internacional de algo. Además, el pardal es tan común que, como nos ocurre
a las masas, no se distingue un ejemplar de otro. Aunque nos duela.
11 de marzo de 2016
Cábalas
El equilibrio de las palabras
permite sentir interiormente certidumbres. Los cabalistas, que pasaron su vida
analizando la Torá y otros textos, lo sabían. Estos místicos de las palabras
sagradas buscaban en ellas la esencia de Dios. El eterno equilibrio que genera
permanencia.
Muchos lectores gozamos con
historias que los libros narran, pero muy pocas veces encontramos en ellos ese
maravilloso equilibrio de palabras que construyen por dentro al que las lee,
que le ensimisman y le encantan. Y sólo raras veces, entre miles de páginas, se
encuentra un pensamiento tan perfecto que ni le sobran palabras ni le faltan.
10 de marzo de 2016
Novela breve
Y habiéndose burlado de tantos
hombres con toda la brutalidad de su talento y hermosura, topó con uno de peor
ralea que la suya. Y, tras sufrirle, amarle y odiarle al mismo tiempo, sin que
sus sentimientos le dejaran respiro, sin poder apartarle de su vida, con el
discernimiento cegado por la angustia de una pasión tan brutal como insegura, el
rufián, hastiado una vez más, se marchó de su lado. Y quedó la bella varada,
como un halcón alicortado, en un camino sin retorno, perdida y enfrentada al peor sino de una mujer
como ella: envejecer y odiar.
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