En la marmita de mezclar impresiones macera el cerebro todo cuanto percibe. Y, como en una coctelera, se agitan y se revuelven actitudes, palabras, gestos, miradas, facciones interesadas y caras aburridas, despistadas o crispadas, con molestos cristales de sal que no encuentran otro punto por donde brotar. Y todo es de provecho cuando la pasión está calma y se acumula en el alma la desesperanza de aquel tango y la tenue melancolía templada de cualquier bolero. La vida enseña al que la escucha, pero cuánta concentración para escucharla. Y, lo que uno aprende, ni a uno mismo le aprovecha. Lástima.
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8 comentarios:
Sí... lástima. Lástima que no siempre ande uno con la pasión calma, desesperanzado y melancólico para que le aproveche todo.
Pero ya ves. Alebrestada que es una.
Eso de tener la pasión en calma parece que te cuesta, Piel de Letras.
Sumamente asilvestrada, diría yo. :-))
Alebrestada, asilvestrada, Insumisa y mas cosas. ¡Doy Fe!
Parece la vida un simulacro, con sus errores y aciertos. Es lo que es y no puede ser de otra forma. El tiempo camina en una sola dirección lo que hace inviable poder regresar y ensayar otros pasos de baile. Ajo...
Breves
Deica...
Lo creo, Insumisa.
Bueno, Beato, pero hay quien persevera.
Saludos.
y yo que creía que muchas de mis infelicidades eran por no conseguir esa famosa calma...!
Para mí que la calma, Zeltia, únicamente nos proporciona una visibilidad serena de lo que hay. Lo de sufrir o no es otro asunto.
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