Al temor de las horas del tiempo, que antes amaba, se adormecen mis días. Y, sin embargo, soñaba que sería a su amor, íntimo y gozoso, como transcurrirían. Qué extraño es el amilanamiento que producen los años, las repeticiones, los protocolos sociales mil veces pronunciados, los saludos insulsos, los compromisos desganados, las rutinas y también la indefensión del cuerpo y de la mente ante la ausencia de rutinas. El tiempo es un pastel de niebla que atacamos con una cucharilla. El tiempo, en el que tantas ilusiones navegaron, ahoga la lucecita chica de nuestra lamparilla con un galón de aceite.
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4 comentarios:
el título le viene muy bien al texto, que se queda neblinoso en la retina.
biquiños,
Como el tiempo, Aldabra.
Bicos.
¡Mecachis!
¿Voy a amilanarme con mi pastel de niebla?
¡No me andes diciendo esas cosas, Lan!
Y no temais, que Judas jamás...
Jejejeje
Besillos
¡Huy amilanarte! ¡No ha nacido quien amilane a la hija de tu madre! Pero, de todos modos, cátalo despacito que los pasteles son para disfrutarlos.
Apapacho.
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