- No sabe usted con qué esmero procuró cada día, en su trabajo, evitar cualquier dolor innecesario. Nadie, que no le conociera, podría imaginar su obsesión por evitar el sufrimiento. ¡Qué manos, Dios mío!, ¡qué habilidad extraordinaria!, con qué desenvoltura desempeñaba su oficio. Sin un titubeo despachaba los casos más extremos en cosa de segundos y sin un ruido, siquiera gutural, que evidenciara una angustia, por mínima que fuera, en el sujeto objeto de su arte. Pero hoy, adornado con esa misma discreción, se nos ha ido. Talmente igual que un pajarico.
- ¡Lástima de galeno!
- Quia, hombre, si era el matarife.
8 comentarios:
...Pero pocos quedan ya que sepan clavar por donde corresponde. Uno bueno siempre procura al animal el mínimo sufrimiento. Además, hay que tener agallas para hundir en carnes tan larga hoja. De su desangrado dependen unas buenas filloas de vicio...y buena carne.
viendo las morcillas ya me imaginé que era el matarife... en mi casa y por esta zona le llamábamos "matachín".
biquiños,
Sí, señor o señora anónimo/a, el arte del matarife no lo tiene cualquiera. Siempre se supo que la carne matada por uno o por otro no sabía igual.
También se emplea la palabra matachín pero me pareció más árabe la palabra matarife.
Bicos, Aldabra.
Recordé aquel cuento del hombre que ahogaba cachorros. No sería lo mismo, pero casi...
Saludos desvelados (per me)
No te creas, Insumisa, un buen matarife no se encuentra tan fácilmente como un cirujano. Y menos hoy en día que se mata de cualquier manera. Si es que se están perdiendo los oficios y el esmero en los trabajos.
Saludos.
Y yo creía que eras vegetariano, oye...
Pues ya ves que no, Ángeles.
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