Está en el suelo estéril de la cerrada de una taina derruida. No tiene agua. Se accede a él por un senderín de conejos, entre pirliteros y aliagas, que va en dirección a los Blanquiares, unas viejas escorrentías de asperón en un barranco entre el Palabrero y el Hocino. Es, a la vez que huerto, un museo perdido y esperpéntico de cuanto pueda donar un vertedero: cajas, latas, botellas, botes, colchones, aparatos, muñecos, palos, mangos, ladrillos, azulejos, cubos, jaulas, trapos, cuerdas y todo tipo de cosas desechadas. Un viejo lo organiza y sube a mano el agua, a garrafones.
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8 comentarios:
Se es rico mientras uno tenga un trozo de tierra, aunque sea en el fin del mundo...
En el suelo estéril
de la majada caída,
tiene él un huerto
improductivo.
Espanta a extraños
con frutos raros,
traídos de sobrantes
como talismanes,
que delimitan
como menhires,
tótems protectores
en compañía...
BdV.
Vuelvo a decir lo mismo que antes: feísmo y ternura a un tiempo.
Estas fotos y textos que nos dejas me traen a la memoria a Man de Camelle. Tiene una historia muy peculiar, igual ya la conoces pero por si no y tienes interés, te dejo sólo dos cosillas.
http://es.wikipedia.org/wiki/Manfred_Gn%C3%A4dinger
http://www.galiciando.com/2009/08/man-de-camelle.html
yo nunca llegué a ir a CaMELLE, así que no pude conocer a Man.
biquiños,.
Gracias, Anónimo, por tu brillante y poético comentario.
Gracias, Aldabra.
Hoy no he tenido tiempo de mirar lo de Man de Camelle pero lo miraré en cuanto pueda.
Bicos.
que bonito el comentario de B.
Man también era un artista, como el de tu huerto.
Me encantaría verlo, seguro que impacta más el ánimo que muchas obras de arte.
y, aunque ahora ya sé lo que significa "aliagas" :-) todavía tantas palabras que desconozco en un texto tan corto...!
Las palabras sin uso se amustian como los prados sin agua y, si dejan de usarse definitivamente, se convierten en granos de arena de idiomas que cada vez más se parecen a desiertos.
Y tengo que buscar la historia de Man de Camelle. Ahora mismo. Sí.
Saludos, Zeltia.
Como Zeltia, encantada de los regalos de palabras que nos haces.
Ósculos en la chirimoya.
No son menores, esos regalos de palabras, que los que tú me haces desde ese México poblado de vocablos desconocidos para los gachupines.
Saludos, Insumisa.
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