El que hace un cesto, hace ciento y, en el caso del monarca, cuando le hemos visto el cesto, no sabemos cuantos llevaría ya hechos, porque, claro, sería una fatalidad y una torpeza que la primera vez que se desliza, aparte del trompazo, le hayan pillado al pobre.
Pide disculpas y promete enmienda, pero, ¿tendrá formalidad en el futuro? Miren que con la inmunidad, que lo sepulta todo en el olvido, las tentaciones deben ser tremendas. Si no rectificase, y volviese a perder el seso, nos podríamos convertir en un país de cuento: El reino del monarca casquivano.
4 comentarios:
pedir perdón está muy bien pero ¿basta con eso?
¿quién repara el daño moral? ¿tiene precio?
nos conformamos con bien poco, creo yo.
biquiños,
El daño moral es saber que el sistema que tenemos funciona así. La democracia es un estado de nuestra mente, algo así como una fe laica. Pero, seguramente, sólo una fe, porque las cosas parece que funcionan de un modo ajeno a los pueblos. El asunto de nuestro monarca asusta más que por el hecho en sí por lo que deja entrever.
Bicos, Aldabra.
El perdón, tanto para quien lo solicita como para quien lo concede, es un acto perfectamente inútil, ya que nunca puede retrotraer la situación a un tiempo anterior a la falta. Todo acto es irreversible, tal como advierte el Segundo Principio de la Termodinámica.
La confianza perdida no se recupera nunca. Bien lo saben las parejas infieles.
Saludos.
Sí, Yurovsky. Sin embargo, el perdón, a algunos les ayuda a vivir algunas veces. Al monarca, por ejemplo. Y no sé si de eso segundo que dices sabrá también algo.
Un saludo y gracias por el comentario.
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