En mi pueblo no se hace. Eso de,
en la iglesia, presentarte ante los allegados, con el finado en su féretro, y
cumplir, dando la cabezá, no se hace, no señor, y menos añadir la frasecita:
“Gloria y descanso tenga, que los ha merecido.”
En mi pueblo pasa uno por la casa
y, familiarmente, se planta uno ante el cadáver y los cuatro velones, mira al
difunto y, tras unos segundos de reflexión profunda, dice: “¡Hay que joderse,
al cabo lo que somos!”. Luego te tomas una copa. No señor, eso de la reverencia
no me gusta. Queda muy corleone.
2 comentarios:
son costumbres...
siempre me acuerdo de un velatorio en la aldea de mi padre...
el finado en la cama, velado por unas cuantas mujeres y en la cocina unos parroquianos y el yerno del difunto echando una partida a las cartas y bebiendo licor de guinda...
surrealista, de verdad.
biquiños,
No, Aldabra, los velatorios eran casi todos así. Las mujeres rezaban rosarios junto al cadáver y los hombres, en una habitación aparte, tomaban copas y contaban chistes, como poco.
Las personas no estamos hechas para la muerte.
Hoy entiendo más el velatorio de mi padre. Pasó algo así.
Bicos.
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