Yermo por dentro queda uno ante
aquel campo de batalla, ante aquella fiesta real, fúnebre y salvaje de ateos,
moros y cristianos, de sublevados y leales, de rojos y fascistas, de muertos de
tantas ideas y lugares que, al final, sólo la muerte los hizo semejantes.
Desde la Sierra de Pandols se
domina el escenario de la Batalla del Ebro y uno se siente incapaz de imaginar
desde allí el enfrentamiento de medio millón de hombres. La mañana está fresca
y luminosa. A lo lejos todo es belleza pero a mis pies aún encuentro un trozo
de metralla. Lo guardo.
6 comentarios:
Ya estás aquí de nuevo avezado viajero para dejarnos en tus sabrosos escritos, siempre de agracer, tus nuevas experiencias.
¿Es verdad que encontraste ese 'recuerdo', o es una licencia poética?
Y si es verdad, ¿qué sentiste?
Yo también lo habría guardado.
Recuerdo la ilustración que venía en el libro de EGB referiéndose a la batalla del Ebro. Era un dibujo en tonos azules, frío, de una enorme fila de soldados avanzando de noche por el río, sobre un puente de madera.
Allí luchó mi abuelo, y muchos abuelos más. Afortundamente para mí, fue de los que sobrevivieron :)
Qué contraste, como dices, encontrase en un sitio tan bonito de pasado tan lúgubre.
Un saludo.
Saludos, Isidro, estoy aún de aquí para allá. Pero, con el fin del verano, acabarán los largos viajes.
Un abrazo.
Sí, Ángeles, es cierto. Luego supe que, si no mienten los libros y no me engaña la memoria, sobre ciertas cotas de la sierra de Pandols llegaron a caer 13.000 obuses en una sola mañana.
Pensé, Metalsaurio, en los días en que recorrí los escenarios de aquella batalla, en los combatientes. Viendo los restos de defensas, trincheras y casamatas pasaron por mi mente mil ideas mezcladas, angustiosas y tristes.
Un saludo.
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