Hay personas con las que, por
larga que haya sido la separación, los lazos fraternales se reanudan al
instante. Y, fiados en esa garantía, dejamos pasar el tiempo sin verlas. Son
afectos incondicionales que damos por seguros. Pero, tras muchos años de confiada
indolencia, reparamos repentinamente en el peligro: la amistad puede no
consumirse, pero sí el tiempo. Porque la duración de nuestras vidas no es tan
indefinida como alguna vez imaginamos y, por ese error, esa inconsciencia, la
llama viva de un afecto puede convertirse, de hoy para mañana, en la ceniza
fría de un echar de menos.
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4 comentarios:
¡En la torre! (exclamación coloquial de mi rumbo) Tu post está cargadísimo de verdad.
¡¡¡FELIZ 2014!!!
Un abrazote
Yo pienso mucho en esto mismo, pero no escarmiento.
Me ha gustado mucho cómo lo has expresado.
Me alegro de que así te lo parezca, Descalza.
Un abrazo y feliz año 2014.
Seguramente, Ángeles, esto nos ocurre a casi todos.
Gracias por tu amable comentario.
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