Los viejos caminos, hechos de
huellas trituradas, son un puré de polvo finamente amasado por pies, patas,
pezuñas, uñas, carnicoles, cascos, herraduras, zarpas y garras, suelas y rodaduras. Discurren
bajo un túnel enigmático, invisible y transparente, de un éter muy sutil emanado
de pensamientos y deseos, afanes e ilusiones, rencores, odios, venganzas,
caridades y amores. Y su subsuelo esta calado de infinidad de filtraciones:
esencias saladas de sudores, orín de muchas guerras hecho de sangre seca y
esqueletos majados, humores y aguas negras, sales y óxidos y secretos podridos
que, perdidos los testigos, se diluyeron en misterios mudos y olvidados.
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6 comentarios:
La aliteración y la atmósfera, tan potentes ambas, me impiden concentrarme en el mensaje.
Pero creo que eso no es malo sino todo lo contrario. Es la esencia de la poesía, al fin y al cabo.
Gracias por lo elogioso del comentario, Ángeles. Pero, andando caminos, se tienen a veces esas sensaciones. Y uno se dice:¿Qué sería de cuantos pasaron por aquí? ¿Dónde irá todo a perderse?
Una guerra incivil que, entonces iniciada, aún no se da por finalizada...
Es alimento para religiosos, pretexto de sus prédicas y vicio de mentes insanas.
Esas mismas palabras son capitales en cualquier púlpito y de ellas alimento.
Reflejo dialéctico de esa guerra diaria y aquella otra...la que en una moneda acuñaron como 70 años de paz...¡mecagüendiola!
Esta vez, Anónimo, no quería yo ser tan concreto. Los caminos, por desgracia, no sólo han visto una guerra, sino muchas, y también muchos tipos de gentes.
Pero te agradezco mucho tu comentario
Aquí se te ha ocurrido otra cosa ;)
Esto es parecido al río del olvido de tu comentario, pero en camino.
Gracias, Paloma.
Estoy volviendo a leer, gracias a ti, cosas que escribí hace tiempo.
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