¿Nos conducen al individualismo,
al rechazo de todo compromiso social, a la instrumentalización propia, ajena y
del entorno?
Asentimos embobados al milagro, a
la maravilla de sentirnos únicos y originales, distantes ante cualquier
relación, ilusionados por creer manejar cuanto acontece desde nuestras
maquinitas.
Los medios nos despistan, no
ayudan a la concentración, sino a esa gloriosa dispersión del pensamiento. La
idea es desperdiciar el potencial, desvanecerlo en legiones que sirvan mesas,
pongan gasolina, hagan de teleoperadores o revoloteen, en una esclavitud
actualizada, entre las estelas de una economía siempre ajena. Inanes, cada día
más difuminados, obnubilados por nuestra autista mismidad.
6 comentarios:
Entonces ¿eso del libre albedrío ya no existe, o es que en realidad no es más que una ilusión y no ha existido nunca?
La foto me impresiona y me gusta.
Ahogados en un vaso de agua son capaces de infundir miedo como aquellos del salvaje oeste mas pereciendo de sus propios vómitos no se dan cuenta que el salvaje es sólo éste.
Y así con su mismo ego idiolatrizan a la más imbécil de las personas que regresa impenitentemente a sus comercios de justas ventas, baratijas superfluas por mucho oro que lleven.
Determinismo social, costumbrista, megalopólico y cleptómano que roba el sentido, al felicidad sonriente de la insatisfacción diaria por saber si el solpor de mañana es más valioso que el de ayer.
Oferta y demanda con vistas al futuro aunque sólo exista en nuestras mentes por los indicios del pasado.
Ámbolos saludos conspicuos.
Formalmente, Ángeles, creo que el libre albedrío existe en muchas constituciones. Pero, a mi juicio, a nadie se le regala. Es, tal vez, algo difícil de conseguir. Las fuertes marejadas y modas sociales no nos ayudan a discernir lo fundamental de lo accesorio. Antes al contrario nos incitan a confundir los medios con los fines y, lo mismo que la cultura verdadera no está al alcance sino de los que se esfuerzan, la libertad no se consigue por el formal derecho a tenerla y ejercerla, sino por la facultad de poder ejercitarla con criterio y sin interferencias. Y, en mi opinión, el libre albedrío es un estorbo para lo establecido y si algunas personas consiguen con su esfuerzo esta libertad de criterio tan necesaria, ya se encargan los poderes de que no sean muchas, para que no constituyan ningún peligro serio, ningún reto a su dominio. Así que lo que predomina es el afán de confundir, de disipar, de impedir que las personas se concentren en los que les interesa, de deslumbrarnos a todos con banalidades. De que, siendo formalmente libres, hagamos, en general, lo que otros decidan por nosotros.
Pero esto tiene muchos matices y probablemente me equivoque queriendo contestarte a algo tan complejo con cuatro palabras.
Coincido contigo, d:D', uno de los argumentos, ante su impotencia para razonar, es el del miedo. Piensan que el miedo impedirá también razonar a los demás.
La exaltación del ego, el mercantilismo a ultranza, etc. también, como apuntas, me parecen otros distractores que se utilizan hábilmente.
Efectivamente la ley de la oferta y la demanda ya no rige, también la hacen fluctuar a su conveniencia. Y eso que tradicionalmente se presentaba como la reguladora fundamental del mercado.
Gracias por tus comentarios.
confundidos y deslumbrados, totalmente dispersos.
A veces "me quiero dar de baja", pero entonces comprendo que ya me he creado mi propio "fumadero de opio" donde adormecer y salir del mundo. Y eso, tampoco. :(
(de momento)
Muchas personas, sintiéndose perdidas en este mundo grande y fatídico, se buscan otro mundito amable para poder vivir. Y, refugiadas en él, como los niños, se cuentan a sí mismas historias por las noches para olvidar el mundo grande y temible que, sin contar con ellos, puede destrozarles. Intuyen, sobre todo, que el respeto a la vida sólo es una ilusión y que, estando sus vidas en manos de otros, han de refugiarse del miedo en los rincones calientes del alma para sobrellevar todo esto.
Y, en ese grupo, estamos los que nos inventamos cuentos. Tal vez, los que nos contaron cuentos de pequeños, ya sabían todo esto. Y nos legaron la defensa de la imaginación, aunque sólo fuera para poder vencer el miedo. Y, yo creo, que muchos andamos por ahí.
¿No crees, Zeltia?
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