En nuestras relaciones cercanas
nuestros afectos se mueven con más eficacia por lo que vemos que por lo que
oímos. Impera el realismo.
Curiosamente este principio
afectivo, tan lógico, se distorsiona ante quienes nos dirigen pues, aunque en
el gobernar tiendan a ser tan absolutos como disolutos en sus costumbres y usos,
saben que las personas somos desmemoriadas para el pasado, dubitativas en el
presente y temerosas ante el futuro. Por tanto tienen más efecto sobre la
mayoría de nosotros sus promesas que los hechos decepcionantes del pasado. Y
así, en política, sobre la realidad suele imponerse la ilusión.
2 comentarios:
pero la ilusión suele imponerse sobre la realidad en casi todo. Que si no, qué.
Si no, Zeltia, no sé si podríamos vivir. Creo que siempre es mejor confiar en alguien, pese a poder ser o sentirnos decepcionados, que no confiar en nadie.
Quizás en la vida sea mejor ser tonto (o pasar por serlo) que ser malo.
Cada uno, en su interior, toma una postura. Y, suele terminar por ser, la que menos daño le hace a uno mismo.
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