Algunos alimentos naturales son
costosos de conseguir. Primero ha de salirse al campo y pasar unas horas
buscándolos, después no marrar con la escopeta. Luego, en la intimidad del
hogar, desollarlos y destriparlos con delicadeza. Más tarde, dejarlos una noche
al oreo para que pierdan el bravío Y, finalmente, tras trocearlos con destreza,
decidir, guiándose por recetas ancestrales, si se escabechan o se guisan y, si
se guisan, si con judías, con arroz, con patatas o con chocolate. Pero no estoy
seguro de que algunos amantes de los alimentos naturales se prestaran a toda la
faena. Excepto al zampe, claro.
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2 comentarios:
Seguro que no, que no se prestaban a nada más que al zampe :D
Yo soy de poco comer y poco carnivora. Si mi superviviencia dependiera de cazar y preparar lo que has explicado, duraría menos que una pompa de jabón.
No, seguro que ya espabilaría, ¿verdad?
Un saludo.
Pese a hablar de continuo de la Naturaleza, y que no haya casi nadie que se diga alejado de ella, tenemos olvidados sus ciclos. Sobre la alimentación, mejor no hablar. Hay un pudor social, muy en boga, que nos hace borrar de la alimentación la sangre, la muerte y todo contacto con vísceras calientes, ésas que exhalan el tenue vaporcito de la vida al destripar los animales recién sacrificados. ¡Oh sielos, qué horror! Y entre las luces del Burger King o los manteles de Ferrán Adriá nos sentimos ajenos a cualquier crueldad. Pero, no sólo tú, Ángeles, sino cualquiera, perdería en caso de necesidad cualquier remilgo.
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