A la flor silvestre del amor,
capaz de resistir intacta agostos y sequías, y a la flor cultivada del cariño,
crecedera continua carente de descanso, les salen, cada de cuando en cuando,
algunas yemas nuevas en el tallo. Unas se hacen espinas aceradas, dolorosas;
otras, hojas acogedoras y mimosas. Y, ambas flores, perviven con las unas y las
otras.
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2 comentarios:
Como habría dicho mi madre: "Y qué verdad que es".
A mí me ha encantado la metafórica y perspicaz antítesis de la flor silvestre del amor y la flor cultivada del cariño.
Un saludo!
Ambas, sea cual sea su naturaleza, han de cuidarse. (¡Qué verdad es!)
Saludos, Ángeles.
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