Lleva el sufrimiento tatuado en la
mirada, sus invisibles heridas son internas. Un muelle se puede presionar
indefinidamente, pero se rompe o salta en un segundo; todos somos normales
hasta que dejamos de serlo. No sé por
qué llegó a ser lo que nunca quiso, quizás la juventud da combustible para cualquier
pasión. Vendía cosas invisibles que todos temían; fue un agente muy serio de
seguros: aseguraba daños. Maduró, ya no puede permitirse el odio, ocupa
improductivamente mucho tiempo, pero al amor se lo ahogó la venganza y el
oficio. Mal, pero acostumbrado, siente pero no padece. Siempre solo, espera.
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6 comentarios:
Parece que has cogido una novela, la has calentado y has destilado su sustancia en unas gotas. Pero todo está ahí, la historia entera.
El vapor de la historia se desvaneció en el aire y de la espita final del alambique sólo salió una gota de locura.
Gracias, Ángeles.
Estoy de acuerdo con Angeles, cuentas mucho en muy poco, una gran historia en un puñado de líneas.
Y es una vida reconocible, podría ser cualquiera de nuestros amigos, un vecino, nosotros mismos....
Besos.
Veo que te gusta surgir entre los entresijos de cualquier historia extraña, entre los resquicios de las ruinas, entre las grietas oscuras donde se cobijan las arañas, se esconden las lagartijas y nace la mala hierba.
Qué alegría verte por aquí, Eme, espero que ya recuperada para todo. Ya le diré al Soros que has vuelto. También se alegrará.
Las 100 palabras (o menos) cuanto dicen! Tienes un don para los proverbios y sentencias. Siempre pensé que sólo personas sabias pueden escribirlas.
Mal, pero acostumbrado, siente pero no padece. Ese final. El final.
Llamarme a mí sabio tiene aún más riesgo que llamar honrado o veraz a un político.
Pero, de todos modos, me encanta que te haya gustado.
Un abrazo y gracias, Zeltia.
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