En el filo de un folio vive una cuchilla
feroz que anida, vestida de blanco, en el papel. Puede rajar inesperada y
profundamente la yema de un dedo, pero, cuidado, porque, cerca de la cara, con
igual facilidad corta los ojos. Son tan letales como las finísimas uñas de un
bebé manoteando inocentemente frente a nuestra cara.
De qué sencillas cosas puede
surgir un bisturí.
Pero, ¿quién no estrechará a un
bebé contra su cara? ¿Quién no abrirá ansiosamente una carta?
Aunque mayores dolores pueden
producir aquellos bebes, ya adultos, o, algunas cartas, cuando nos golpean por
la parte plana.