Sentencias seguras pero de
incierto desenlace, de indefinida duración, con apelativos de etimología griega
y latina, con olor a desinfectante, en un mundo de hospitales, quirófanos,
esperas, ambulancias, diagnósticos, biopsias, drenajes, catéteres, sueros,
cicatrices, consultas, consejos, serosidades, sangre, urgencias, isótopos,
tinciones… Es la entrada en un mundo caótico donde, entre la perdición y el
vértigo de meses, ha de conservarse serena la cabeza porque, entre esa maraña
mareante, sigue estando la vida agazapada y los seres humanos somos capaces,
incluso entonces, de dar con la felicidad. Aunque, en esos casos, yo la
llamaría, suplicando perdón a todo diccionario: “felicaos”.
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4 comentarios:
El entorno hospitalario siempre me ha parecido más deprimente que los cementerios -y no quisiera resultar siniestra-, y por supuesto mucho más caótico. Pero esto del 'felicaos' tiene su enjundia. Intentaré recordarlo.
Pero, al mismo tiempo, es un entorno lleno de bondad, de gente solidaria, de trabajadores a los que la Administración maltrata pero miman a los pacientes. Debajo de todo ese aparente caos existe la felicidad de encontrar la verdadera dimensión del ser humano.
a mí me resulta demasiado "directo" ese choque de bruces con lo real como para imaginarme feliz allí
A los hospitales, cuando no se es asiduo, les pasa como a las tabernas más cutres, que nadie quiere ir ninguno de los dos sitios. Pero, si te ves obligado y te haces un cliente fijo, puede que descubras, y te sorprendas, de más cosas buenas de las que te pudieras imaginar que hubiera.
Sorpresas, Zeltia.
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