Las personas mayores tienen
motivos, cuanto más viejas y mejor conserven la cabeza, para poder dar buenos
consejos, porque la vida siempre enseña más a la larga que en el momento. Dar
consejo a quien lo pide es prevenirlo, pedirle cautela, sugerirle prudencia
pero, en ningún caso, el consejo obliga a quien lo escucha ni suprime su
criterio, porque la audacia y el atrevimiento, virtudes tan útiles en el
momento oportuno como inadecuadas en todos los demás, también forman parte de
la fortuna y de la existencia. Pero, dar consejo a quien no lo pide es echarle
sal al mar.
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2 comentarios:
¿Y por qué no recoges todos estos pensamientos y meditaciones tan atinados que vas dejando por aquí y haces un libro al estilo de los clásicos?
Gracias, Ángeles.
Pero no tengo, de momento, mucho ánimo para meterme en un libro.
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