Gallardón tendría un hijo
deficiente. ¡Anda!, y yo también. Pero, ¡pobrecitos de nosotros!, pese a
nuestras nobles almas, no podemos. Y no creo que, en ninguno de los casos, sea
porque tengamos una dotación genética tan hipersupermegaguay que lo impida (Bueno,
igual el ministro sí). Se debe simplemente a que somos hombres, hombres de bien,
claro, de Gallardón ni dudarlo. Sin embargo, aun siendo colegitas de la especie,
o sea, dos machotes, a mí no se me ocurriría decirle a mi mujer lo que tiene
que hacer, y ya, a todas las demás, me guardaría muy mucho. ¡Qué sabe nadie!
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