Últimamente vienen uno tras otro
a visitarme. El de la infancia, me habla de ingenuidades; el de la juventud, de
torpezas; el de la madurez, de intereses. Pero sólo el de la vejez se queda
conmigo permanentemente y, ese cínico, es el más implacable de mis fantasmas. Y
no me pasa una. Desmonta sabiamente toda excusa para mis equivocaciones, a mis
errores los tilda abiertamente de egoísmos y se burla de cualquier cosa que
tenga por acierto, porque dice, el muy cabrón, que únicamente casualidades
fueron y no cuentan, y que, por los errores irremediables, se purga con el
remordimiento.
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2 comentarios:
Como que se adelantó un poco ese fantasma cínico e implacable ¿no?
Deberá volver en una decena de años por lo menos. Que con todo lo que caminas a diario se puede ir y volver hasta dentro de veinte años la visita.
Los puentes se cruzan cuando se llega a ellos, ANTES NO.
:)
Sí, es cierto, Descalza. Pero también lo es que, en el camino, uno tuvo algún que otro tropezón. Y las cosas buenas se dan por naturales, pero no sucede lo mismo con las otras. Y uno, a veces, se siente más sensato reconociendo errores que buscando disculpas para ellos. Y al puente se llega sin que uno se dé cuenta. Por eso es mejor repasar la vida mientras aún caminas por ella.
Y gracias por tu animoso comentario.
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