Aletean las ideas en el aire de
nuestro tiempo breve, recorren gozosas el pequeño espacio que inunda cada vida
y lo desbordan con el gozo inesperado e inconmensurable del hallazgo de
tremendas certezas diminutas. Y nacen, crecen y mueren, asfixiadas, con la
fragilidad de pajarillos. Porque las pocas convicciones son siempre simples y
amorosas, y bullen indefensas enamoradas de sí mismas. Y porque la dificultad
de trasmitir lo simple enmudece gargantas y, a quienes osan intentarlo, se les
sonríe condescendientemente, cordialmente se les consuela por su incuestionable
desvarío. No existen, pero son asumidos. La soledad es su condena. Por pensar.
20 de abril de 2013
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