¿Trabajar? No hay manera. En
cuanto dices que vas al psiquiatra, vamos, es que no te dejan ni cuidar niños.
Y luego, esas medicinas. Que digo yo que, si curan, cuantas más tomes antes te
curarás. Yo, desde luego, llevo un trimestre, desde el último ingreso, que me
lo paso de lujo: qué viajes, qué hoteles, qué tíos conozco… y todo con unas
pastillitas, sin moverme de casa. ¡Ah! Y por fin, el otro día, hice una
tentativa de suicidio. Enseguida lo compartí en WhatsApp. Figúrate, era la única
que no me había suicidado ni una vez en la vida.
26 de noviembre de 2015
El buen pastor
Igual que los miembros de la
Iglesia están espiritualmente unidos formando un cuerpo místico, henos hoy
electrónicamente hermanados por esos breviarios rectangulares que nadie que se
precie deja por un momento de sostener entre sus manos. No tenemos derecho a
mantener ocultos ni los más nimios detalles de nuestras vidas, todo ha de
compartirse. Publiquemos nuestro periódico diario personal, enviemos noticias
adornadas con fotos. Démonos por entero al mundo y sentiremos la compañía
constante y electrónica del género humano. ¡Roguemos por los desgraciados que
aún no comparten! ¡Que esas almas perdidas vengan a nuestro seno! Sin WhatsApp
no hay piedad.
Paritorio, sala de espera
-¡Hemos tenido un cachorrillo!
¡Un niño más majo que las pesetas! ¡Un nieto como un lucero, más bonito que una
estrella!
-Y todito parecido a mi hijo. ¡La
misma nariz, la misma boca, los mismos ojos…!
-Bueno, pero la piel y el pelo son
de mi hija. ¡Es más blanquito que un cordero, más hermoso que la luna!
-A mí me da igual, sólo quiero
que se críe con salud. ¡Lo mismo me da que sea guapo que feo, que sea moreno
que rubio, que sea blanco que negro!
-¡Hombre! ¡Por favor, mamá!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)