22 de octubre de 2011

En la cueva

En la cueva, entre el humo del tabaco y el olor de varios vinos, aquel chiquillo cantó un romance popular que no sé de dónde vino. Y, entre el rizo de los sones que las guitarras pusieron en el aire denso, se hizo el silencio y se paró por un instante el tiempo:
“Dijo a la lengua el suspiro:
échate a buscar palabras
que digan lo que yo digo.”
Y el que escuchaba se dijo:
Andar pensando y buscando
palabras para los libros
y las tenemos al lado
flotando en la voz de un niño.

21 de octubre de 2011

Un segundo entre dos

Acoplado el aire a las retamas
se hace silbido el viento
y bate las jaras.
Dos perdices lo rasgan
desde arriba
con el filo romo de sus alas
y con ruido de sedas
siegan las dos perdices
la grisura del alba.
Pasa un segundo y tras su estela
nada pasa.
Acoplado el aire a las retamas
se hace silbido el viento
y bate las jaras.

20 de octubre de 2011

Mala condición

Con la vida que he vivido
he fraguado mis memorias.
Más me valiera haber sido
burrito uncido a una noria.
Habría sacado agua
con que humedecer la tierra,
y no viviría en ascuas,
sin salir de esta tiniebla.
Envidio a los animales,
que sin dudas ni problemas,
hacen lo que se les manda
y mueren sin una pena.
Mala condición humana
tener tan mala conciencia,
vivir sin haber sentido
tu paso sobre la tierra.

La nueva vía de comunicación

¿Por qué puedo decirle a un desconocido por escrito lo que a mis allegados no me atrevo a decirles de palabra?
-        ¡Ay, es que se me da mejor el escribir!
-        ¡Ay, es que no temo sentirme incomprendido!
-        ¡Ay, es que Internet me hace sentirme libre!
-        ¡Ay, es que en el ciberespacio soy capaz de todo!
-        ¡Ay, es que para mí es como una liberación!
-        ¡Ay, es que una comunicación espiritual da mucho morbo!
Ciertamente parece que la evolución de los seres humanos pasa por decirle a una pantalla lo que no osamos decirles a nuestros semejantes a la cara.

18 de octubre de 2011

Get on your knees

¿A qué no os esperabais esto? ¿No digáis que pensabais en tal alarde de imaginación?
Luego iréis por ahí diciendo que el mundo de las finanzas es ajeno al arte, que carece de esa fantasía que hace a la vida nueva cada día. ¡Qué equivocados estabais! Pero esperad, que nuevas, que nadie imagina, se avecinan.
¿Qué pensabais, que la imaginación nunca transforma el mundo? No la vuestra, desde luego. Pero, ya lo estáis viendo: ¡Poneos de rodillas!
Es menos feo y más discreto que pediros que os bajéis los pantalones o ese tanga tan sexi. Y, además, by the face.

¿Se decidirá?

Sonia, joven y obesa, hermosa y lenta de cabeza, infantil y cándida, de sonrisa perenne y gesto vacuo, vivía en su mente todo lo que la vida le negaba. Así llegó a forjarse aquellos viajes que cada día iniciaba y que acababan siempre en el andén de la estación. Se maquillaba, se ponía elegante, con abrigo largo, gafas amplias de sol y gesto interesante, y arrastraba con mucha decisión su maleta con ruedas, traqueteando por el pavimento exagonal de las aceras y, cada día, disfrutaba de un viaje que nunca culminaba. Siempre dudaba en el momento de marcharse definitivamente.

10 de octubre de 2011

Al comunismo vamos

En esta crisis, que es como una ciénaga, ando ya perdido. Chapotean en ella los políticos haciendo, dicen, lo inevitable para salvarnos de las arenas movedizas. No funciona la lógica y las causas, ininteligibles, se han difuminado en un fondo de olvido dispersante. Las responsabilidades no hacen pie y todas se han fundido en un inocente anonimato. El trabajo está mutando a don graciable de remuneración incierta. La propiedad se auspicia relativa pues, con velados eufemismos técnicos, te amenazan con dejarte sin ella.
Ya me ha dicho la Puri:
-        Al comunismo vamos, ya te digo. Al comunismo, pero de cabeza.

5 de octubre de 2011

Las cosas que guardamos

Aquellos hijos, ya maduros, de quienes hubieron de marcharse a Cataluña, se han vuelto realistas: se han desprendido de la casa del pueblo. Ya no vive nadie a quien su decisión mortificar pudiera. Los recuerdos son tal vez para eso, para que estén a 500 kilómetros y así la distancia, que es un tipo de frío, los preserve. Tenemos un afán por conservar, hasta el olvido, lo que ya nunca usamos, por el temor infantil a necesitarlo y no tenerlo. Pero lo acumulado, por ese por si acaso, yace por los rincones de la casa, desnervado, y hasta tememos encontrarlo.