En la cueva, entre el humo del tabaco y el olor de varios vinos, aquel chiquillo cantó un romance popular que no sé de dónde vino. Y, entre el rizo de los sones que las guitarras pusieron en el aire denso, se hizo el silencio y se paró por un instante el tiempo:
“Dijo a la lengua el suspiro:
échate a buscar palabras
que digan lo que yo digo.”
Y el que escuchaba se dijo:
Andar pensando y buscando
palabras para los libros
y las tenemos al lado
flotando en la voz de un niño.