No he encontrado otra frase que
encierre más cariño.
Son sólo seis palabras. Y comienzan
con un límite en el tiempo, el único que nadie puede eludir. Invocan, desde el
principio, el final certero, ineludible. Construyen una promesa que no quisiera
tener fin pero que, a la fuerza, ha de tenerlo. Quienes comparten esas seis
palabras anhelan no ser seres humanos y, sin embargo, en ellas, bajo el ansia
de amor ilimitado, reconocen de antemano el ocaso. Juran, humildemente, amor
hasta lo conocido. Más, no pueden. En seis palabras acotan la dimensión del ser
humano, al menos, hasta su literal destierro.