Desde el piélago tranquilo de tu
amor siempre siento que me acaricia la luz de tu mirada, tu cuerpo siempre me
acoge con la brisa tibia del calor canela de tu piel, tus labios me embelesan,
como siempre, con el roce sutil que me envía tu sonrisa en la distancia. Y disfruto
cuando me quieres contar lo que ya sé, como si temieras siempre que lo hubiera
olvidado. Y, por años que pasen, siempre sé que los dos tememos perder siempre
lo que siempre hemos tenido. Y ambos queremos que ese siempre, que no existe,
nos mida al menos el tiempo de la vida.
9 de agosto de 2016
8 de agosto de 2016
Imprevisible y nada comercial
La poesía no es negocio. Ni
siquiera la buena. Ni siquiera para los editores. Los poetas no venden porque
todos trabajan para sí y ninguno para el público. La poesía no es animal que se
deje domar por los gustos de época ninguna. Y no se puede catalogar como los
otros géneros porque, además de sorprender al que la lee, también suele
sorprender al que la escribe. Y, además, es difícil que se reproduzca, imite o
multiplique como suele ocurrir con otras piezas, estilos o modos, de moda en la
literatura. La poesía y el dinero jamás hicieron buenas migas.
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