Agosto es el mes que menos pesa y,
cuando queremos recordar, ha desaparecido. De tan liviano, se lo ha llevado en
el pico una codorniz y, como ella, no volverá hasta otro año. Agosto es el
último mes con nombre evocador, porque luego vienen esos meses numerales,
acabados en “bre”, con mala leche, como si, agotados los sustantivos guapos
tras agosto, alguien, precipitadamente, hubiera impuesto esos vocablos hirsutos,
ordenancistas, casi marciales:
Septiem-bre, ¡firmes!
Octu-bre, ¡marchen!
Noviem-bre, ¡apunten!
Diciem-bre, ¡fuego!
Meses que, sin piedad, fulminarán
otro año viejo.
Agosto no hubiera permitido cosa
tal, pero se lo llevó una codorniz.