Mientras camino, juego a pensar
las cosas, a adivinar su devenir. Pero, últimamente, noto que las cavilaciones
no me llevan a parte alguna y, menos, a ninguna ilusión que me parezca
verosímil. Pensando, ideo senderos diferentes pero, a cada paso, topo con otros
nuevos que surgen espontáneamente y, al distraerme de los anteriores, me aturdo,
pierdo el hilo y me embrollo en una mezcla de ideas que, como cordoncillos,
terminan paralizándome la mente con su caos. Al final, mentalmente inmóvil,
sigo andando con la inercia imparable de la caída de los cuerpos. La tormenta
de ideas no sirve en solitario.
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2 comentarios:
La tormenta de ideas a veces puede ser algo realmente tormentoso, te lo digo porque lo sé.
Pero quizá un paseo en burra (en burro no, ¿eh?)resulte relajante y ayude a desatar los cordoncillos esos que tan atinadamente has "metaforizado". ¿Lo has probado? Lo del paseo, digo.
Hace muchos años, Ángeles. Pero entonces no había tormentas en mi cabeza.
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