25 de febrero de 2016

Cosas de la lengua

Son incalculables los matices que un “no” o un “sí” pueden tener cuando cualquiera de estos monosílabos sale de la boca de un político. Un tajante “no” o un rotundo “sí”, tras el correspondiente circunloquio o simplemente tras el paso de unas horas, pueden resultar, respectivamente, un clarísimo “sí” o un incuestionable “no”.
Así que el “sí” y el “no”, en labios de cualquier cargo electo, no son palabras contradictorias sino palabras que podríamos llamar “sinónimos coyunturales” o “antosinónimos” o “negafirmaciones”.
Y ya, en plan coloquial:
-¿Qué contestó el ministro?
-Fue tajante. Respondió con un clarísimo “noysí”.

18 de febrero de 2016

La inteligencia emocional

A veces, eminentes médicos no saben tratar a los enfermos, ilustres catedráticos no saben enseñar y virtuosos filósofos y teólogos no conectan con sus semejantes. Muchos intelectuales son especialistas en las más intrincadas materias del conocimiento pero su inteligencia intelectual les lleva a un mundo aislado, son como motores sin transmisión. El carecer de inteligencia emocional les convierte en inútiles e, incluso a veces, en desdeñosos maltratadotes de sus semejantes, porque el ambiente, el deseo y el ánimo, que ayuda a curar, a enseñar o a tener creencias, pasa por los sentimientos de las personas antes que por su intelecto.

17 de febrero de 2016

Alimentos naturales

Algunos alimentos naturales son costosos de conseguir. Primero ha de salirse al campo y pasar unas horas buscándolos, después no marrar con la escopeta. Luego, en la intimidad del hogar, desollarlos y destriparlos con delicadeza. Más tarde, dejarlos una noche al oreo para que pierdan el bravío Y, finalmente, tras trocearlos con destreza, decidir, guiándose por recetas ancestrales, si se escabechan o se guisan y, si se guisan, si con judías, con arroz, con patatas o con chocolate. Pero no estoy seguro de que algunos amantes de los alimentos naturales se prestaran a toda la faena. Excepto al zampe, claro.

13 de febrero de 2016

Dúo floral


A la flor silvestre del amor, capaz de resistir intacta agostos y sequías, y a la flor cultivada del cariño, crecedera continua carente de descanso, les salen, cada de cuando en cuando, algunas yemas nuevas en el tallo. Unas se hacen espinas aceradas, dolorosas; otras, hojas acogedoras y mimosas. Y, ambas flores, perviven con las unas y las otras.