Son incalculables los matices que
un “no” o un “sí” pueden tener cuando cualquiera de estos monosílabos sale de
la boca de un político. Un tajante “no” o un rotundo “sí”, tras el
correspondiente circunloquio o simplemente tras el paso de unas horas, pueden
resultar, respectivamente, un clarísimo “sí” o un incuestionable “no”.
Así que el “sí” y el “no”, en
labios de cualquier cargo electo, no son palabras contradictorias sino palabras
que podríamos llamar “sinónimos coyunturales” o “antosinónimos” o “negafirmaciones”.
Y ya, en plan coloquial:
-¿Qué contestó el ministro?
-Fue tajante. Respondió con un
clarísimo “noysí”.