Abrigaños, aguazares,
alcores y tesos, vaguadas, caballones, escorrentías, espuendas, hazas, lavajos,
lucios, marjales, mohedas, navazos, pegujales, pobedas, rispiones, sardones, arcabucos,
laderas y cotarros dejan al lector en el sitio justo al que el escritor quiso
llevarle. La precisión del lenguaje es brujería que transporta a lugares que
sólo existen en algunas memorias.
Atochas, aulagas, bacillares, fustas, majuelos, estepas, carrizales, junqueras, choperas, pinedas, marojales y cambroneras pueblan esos lugares de una flora que supera al vulgar comodín de la zarza, escapa a la vaguedad de la maleza y hace de la mente un ágil pájaro que viaja tras cada nueva curiosidad.
Atochas, aulagas, bacillares, fustas, majuelos, estepas, carrizales, junqueras, choperas, pinedas, marojales y cambroneras pueblan esos lugares de una flora que supera al vulgar comodín de la zarza, escapa a la vaguedad de la maleza y hace de la mente un ágil pájaro que viaja tras cada nueva curiosidad.