23 de marzo de 2015

La profanación

Dolía ver las puertas reventadas y la casa revuelta. Aquella profanación de las reliquias de un ser anónimo producía piedad propia y nostalgia ajena. Poco pudieron llevarse de valor.
Por dentro estaban desparramadas sus pertenencias, los armarios registrados, los utensilios tirados por doquier y, todo lo que un día sirvió, yacía ya sin dueño, utilidad y sentido, sobre el piso.
Por fuera, una grieta rajaba la pared, el tejado quería vencerse, el pilón seco se resquebrajaba, las parras avanzaban alocadas, la caseta del perro sin eco de ladridos.
La estela de otro solitario se difuminaba en abandono, rapiña y olvido.

21 de marzo de 2015

La justicia

-¿No temes que te engañe el director del banco con esas triquiñuelas legales de la letra pequeña?
-Si lo hace, no vivirá para contarlo.
-Pero, ¿lo dices en serio?
-Totalmente.
-Pero, la violencia es condenable.
-Ya lo sé.
-¿Entonces?
-A veces, es necesaria.
-¿Por qué?
-Porque el que roba ha de tener miedo y el robado derecho a defenderse.
-Pero, ¿no confías en la justicia?
-¿Tienes un mechero?
Le di el mechero y, mi amigo, lo encendió y se puso a buscar a gatas por el suelo, bajo la mesa, debajo de los muebles.
-¿Qué buscas?
-La justicia.

18 de marzo de 2015

Las huellas trituradas

Los viejos caminos, hechos de huellas trituradas, son un puré de polvo finamente amasado por pies, patas, pezuñas, uñas, carnicoles, cascos, herraduras, zarpas y garras, suelas y rodaduras. Discurren bajo un túnel enigmático, invisible y transparente, de un éter muy sutil emanado de pensamientos y deseos, afanes e ilusiones, rencores, odios, venganzas, caridades y amores. Y su subsuelo esta calado de infinidad de filtraciones: esencias saladas de sudores, orín de muchas guerras hecho de sangre seca y esqueletos majados, humores y aguas negras, sales y óxidos y secretos podridos que, perdidos los testigos, se diluyeron en misterios mudos y olvidados.

17 de marzo de 2015

La chica de ayer

Los trazos desvaídos en la piedra, indican que, la chica de ayer, es ya de un anteayer que los días ajaron. Aunque también cabe que aquel amor fraguara y persistiera. Tal vez, la chica de ayer, sea hoy feliz con su devoto enamorado de entonces, embelesado pregonero de su amor en las piedras.
Piedra, hierba y tinta. La piedra permanece, la hierba se renueva y la tinta se difumina con el tiempo. ¿Qué símbolo de los tres le cuadra al amor: la permanencia, el cambio o el recuerdo?
Puede que los tres valgan. ¿A usted qué le parece?

14 de marzo de 2015

El alférez de la primavera

El almendro es el alférez de la primavera. Aunque las hirsutas aliagas quieren quitarle la primacía del color algunos años, pocos lo logran. Las pertinaces aulagas intentan amarillear, desde cada febrero, las laderas. Pero la bandera blanca del almendro comunica alegría y la gualda de la modesta aliaga es menos luminosa. El almendro, a más de en las laderas, se extiende por doquier y su flor cuaja espesa, en cuatro días, rebosando las ramas. Y, al caminante, al ver la pujanza del almendro, le llena la felicidad y le nace por dentro la ilusión de empezar otro ciclo de vida.

El tantán

De aquel sonido telúrico, ronco y vibrante, del tantán, hemos pasado a estos cilindros silenciosos y a las agujas de imponentes antenas. Del eco antiguo del tambor, siempre inquietante e incierto, o del vibrar de la campana avisadora que llamaba a rebato, hemos llegado a la comunicación certera, directa, personal y, dicen algunos, que adictiva, que se sustenta en las radiaciones electromagnéticas. Cada uno de nosotros somos ya una antena. Era más misterioso el monótono ritmo de la selva pero, os aseguro, que a mí estos nidales silenciosos y estas moles siniestras me dan miedo. No puedo remediarlo, me asustan.

Mirador

Alguien, en un roquedo sobre la depresión del Henares, ha construido un mirador. Todo material de vertedero: maderas, tejas, mosaicos, azulejos, ladrillos, ferralla y quincallería abandonada. Lo descubrí un día brumoso.
Subo a menudo y, quizás, un día localice al desinteresado arquitecto de lo abandonado y pueda hablarle. Puede, también, que jamás sepa de él y que las razones de su obra permanezcan tan ocultas para mí, como para él mi admiración y mi sorpresa. Pero la impresión de su obra surgiendo del breñal, delicada y anónima, iluminó, con un haz de ilusión, aquella mañana yerma de niebla escupidora.

9 de marzo de 2015

Atochas

Las atochas son más conocidas como espartos y hasta hay quien les dice berceos. Ilustre apellido, como veis pegado a la tierra, de uno de los fundadores de la lengua castellana en tiempos del Mester de Clerecía.
Un antepasado mío fue espartero, no era el general. Y uno de sus trabajos era recoger atochas para hacer suelas de alpargatas, sogas, estropajos y otros aditamentos propios de las tecnologías de su tiempo. Los barrancos de esparto se alquilaban y mi antepasado llegó a ser denunciado por coger atochas de barrancos ajenos. Algo así como robar hoy los secretos de Silicon Valley.

On your own risk

“El dueño de todas estas tierras” ha hecho un pasquín, a mano, prohibiendo la caza del corzo en sus dominios. Se ha valido de una tablilla legal, un poco desvaída sí, pero de las que la ley, anónima, como todas las leyes, se sirve para poner puertas al campo.
Tenemos aquí una advertencia cierta y autógrafa y cualquiera que se aventure a desafiarla puede enfrentarse a una malaventura o, tal vez, al silbido incierto de una flecha. El corzo, en estos parajes, tiene un protector desconocido que puede llegar donde no llegan las normas oficiales del desvede. El que avisa…

Acuartelamiento del Príncipe (Patio de armas)

No hay voces ni saludos. Ni militares, ni toques de corneta. La guardia cambió hace mucho tiempo y no tuvo relevo. Cuelgan del viejo muro nombres, algunos desvaídos,  de batallas remotas y olvidadas. La arcada principal está cegada, vedada con alambre su memoria galana de altivos jefes y oficiales. El almohadón del tiempo enmudeció los ritmos monocordes de cada batallón. Todo ha quedado huero, sin reverberación alguna de significado. Ventanas con los cristales rotos, cables colgantes que cortocircuitan los recuerdos… Y uno se pregunta si el destino de todo soldado no fue siempre el más deslumbrante olvido.