25 de septiembre de 2011

Sin descanso

Tus piececillos son zarzas
que acarician mi memoria
y al rozarlos por la noche,
sin descanso,
me acuna un amor de novia.
Tu piel me huele a suspiro
y tu aliento a hierbabuena
y te miro cuando duermes,
sin descanso,
como el sol mira a la arena.

El tono

No recuerdo los cuentos que me contaron de pequeño. Pero sé que algunos me contaron, porque el tono en la voz de contar cuentos era muy distinto. Así que algunas veces, cuando escribo, quiero imitar el tono aquel para que sobrevuele al silencio de las letras, para que el que las lea se convierta en el único y personal receptor de mis historias. Y así, si quienes leen lo que escribo lo notan, se sentirán tranquilos en medio del océano de la desesperanza, protegidos, y se dormirán en el seno cálido de un cuento: el tono mágico de los cuentacuentos.

La madriguera

No sabemos lo que somos. Vivimos instalados en la parte afectiva de la vida que mejor conocemos. En ese lugarcito queremos vivir, ignorantes e ignorados voluntariamente, y sentirnos tranquilos confundiendo a la larga la parte con el todo. Y la intuición, que es un sentido que desarrolla el tiempo, hace que, con los años, ni aun callados nos sintamos prudentes, ni aun escondidos nos sintamos ocultos, ni aun con salud nos sintamos bien, ni aun amados nos sintamos felices, ni aun con dinero dejemos de ser pobres. Porque casi todo, al fin y al cabo, nos lo fraguamos cada día.

24 de septiembre de 2011

El santico

Unos cuantos, que se resisten al olvido, han ido al pueblo y han sacado a pasear al santo. Y cuatro se han echado a los hombros al santico, para que no perdiera detalle, y le han llevado a que viera lo que queda del sitio.
El santo nada ha dicho, pero el paseo entre la tierra seca y el cielo algodonoso les ha sentado bien a sus devotos, que se han sentido acompañados poblando, por un rato, el vientre ajado de una madre vieja: su Castilla.

El último día del verano

Desde el horizonte profundo de la noche comienza su leve claridad a romper el silencio de lo oscuro. Le ladra un perro y dos gallos le retan. Y las estrellas enseguida se desconectan una a una, sin que pueda notarse el exacto momento en que se ocultan. Con su vaho templado mueve en el campo el visillo liviano de las brumas. Llega sin prisas, tranquilo y sosegado pero, aún así, alborota a los pájaros chillones. Con paso regular y lento, de buhonero viejo que va y viene, asoma por la puerta de la mañana nueva el último día del verano.

18 de septiembre de 2011

Abandono

He acariciado con la vista las piedras olvidadas, los caminos perdidos y las sendas cerradas, el agua de regatos y las bardas de adobe de cien pueblos hundidos. Me duelen los eriales perdidos, ahítos de zarzas, y los despoblados. Me gusta imaginar el esplendor de las quintas en ruinas, dormidas por el paso del tiempo y el sordo abandono de los hombres. Y quiero imaginarme lo que todo pareció en otro tiempo, antes de que el aullido de las sirenas sacara a la gente de sus pueblos y les hiciera piezas de otro mundo que ni entienden ni gobiernan.

El Cubo de la Tierra del Vino


-¿Pasan muchos caminantes?
- No.
- El dueño de este bar hacía fotos a los que pasaban.
- Sí, pero lo vendió y se fue.
- ¿Y don Tomás? ¿Sigue de párroco o se jubiló?
- Murió hace años.
Los dos, que pasaron por allí hace ocho años, terminan sus cafés y se van sin su imagen de entonces, sin sus testigos y sin saludar al cura gruñón que les convidó a cenar. Salen despacio, mirando cada esquina de la callejuela principal de El Cubo de la Tierra del Vino y, sin comentarios, enfilan por la autopista hacia Zamora.

Un recuerdo para Antonio

Antonio es un viejo pastor casi nonagenario. Vive despacio en el camping de Manzanera. Compró una caravana con un avance casi nuevo. Paga cien euros al mes a la patrona. Come a sus horas que, como son suyas, no coinciden cada día con esas otras, propiedad del reloj. Se ducha cada quince días, como mucho, y habla, si tiene compañía, con esa regularidad tranquila del que tiene un calendario interno inasequible a los órdenes que rigen las vidas de los otros. Como un hidalgo de las flores silvestres vive en su casa de lona y plástico Antonio el solitario.

12 de septiembre de 2011

La experiencia

No sé qué significa experiencia, no sé si es una turba de chiquillos sudorosos jugando, o si tiene que ver con el alarde juvenil irreflexivo, no sé si con el orden temeroso de la gente madura, con la monotonía tediosa de los viejos o con el silencio en el mirar de los ancianos.
Quizás sea sólo una práctica en repetir las cosas, haciéndolas cada vez de una manera, y sin saber nunca, con certeza, si nos estamos siempre equivocando y la experiencia sea únicamente la flor sobada de la ignorancia repetida. Me fío un poco más de la prudencia.

9 de septiembre de 2011

Esos seres enigmáticos

Mirando al impávido carnero, me asombran sus cuernos retorcidos, la antojera negra sobre su ojo de reptil, su testuz amochada color tierra, los ambiciosos orificios nasales, su hocico rosa, las orejas lacias como hojas de lechuga y amarillenta la barba al alejarse de la capa blanca de la cara. Si no fuera por su condición animal y rotunda, podría resultar enigmático. ¿Qué pasará por la cabeza del carnero? Pero ese pensamiento sería más adecuado para los gobernantes que, sin tener, aparentemente, ornatos retorcidos, tienden irremediablemente a decir una cosa y hacer otra. Seres enigmáticos, no es por comparar.

Volando voy

Sones de la guitarra que mudáis los vientos,
voces al cante que paráis la tierra,
castañuelas y palmas que movéis relojes
y bailaoras que encantáis culebras.
Dejadme subirme con vosotros
a ese potro salvaje del flamenco.
A ése que sólo se deja acariciar por los gitanos,
a ese potro que respira lamentos.
Que, aunque yo nací payo,
quiero volar también al firmamento.

7 de septiembre de 2011

Ceniza y paja


- ¿Hay amor más bello que el amor de toda la vida?
- ¿Cuánto tiempo estuvieron casados?
- Estuvimos casados siempre. Él era un hombre grande, poderoso, como deben de serlo todos los hombres. Y me amó y yo le amé hasta morir. Pero dos años no son consuelo para mí. Siempre le guardaré luto. Era la razón de toda mi vida: un hombre bueno.

El luto del amor es siempre paja.
El resto del cariño son trigales segados.
El humo de la desolación,
de los montes quemados.
Ceniza y paja.
El luto del amor es ceniza y paja.

Cubata

El barman, después de añadir el Bacardí a los cubos de hielo, vierte la Coca-cola suavemente y agita con dos toque certeros la mezcla con una aguja gruesa de metal. Y, antes de echar en la ancha copa la cuña de limón, roza metódicamente con otra corteza todo el borde.
-        Eso es un detalle muy profesional –dice el cliente.
-        Es para que, cuando metas los hocicos, te dé el tufo –dice el escanciador como el que da las buenas tardes.
La dueña, que no ve la hora de que se le venza el contrato, mira al cliente y suspira.

Al pie del viejo olmo de Campos

Aunque la curiosidad no pueda sustituir a la memoria, os presto esta memoria de un cartel perdido pegado a un olmo muerto.
El pueblo es pequeñito pero, en lo que fue su ayuntamiento, sus entusiastas pero contados vecinos tienen una asociación cultural que se llama “El Viejo Olmo” y también una cuidada biblioteca.
Campos está en Teruel y es un lugar encantador, sobre todo, para quienes nos empeñamos en ir donde van pocos.
El mundo está lleno de sitios sorprendentes y de gente generosa y sencilla, apegada a su tierra. Por fortuna aún existen lugares como éste. ¡Teruel existe!

1 de septiembre de 2011

Poema en Campos

Alfonso, que firma Alfonso a secas y es poeta en Campos (Teruel), ha escrito en el esqueleto de ese olmo:
“A la memoria de los olmos,
a los viejos olmos,
a los que sobreviven,
a los olmos muertos.
Disteis cobijo a los pájaros,
sombra a los hombres,
frescor al suelo.
En vuestra memoria,
en vuestro recuerdo,
milenarios compañeros.”
Y cuando los caminantes pasan, lo leen y, emocionados, continúan andando en dirección al pueblo medio despoblado. No esperaban encontrar tanto en tan grande soledad.