
Aquellos cuatro se conocían bien. Andaban todos por la misma edad, cinco años arriba cinco abajo. Eran tipos tradicionales, rondando todos ellos los veinticinco de casados, de esos que no se habían separado nunca. Aparentemente fieles. Después de tomarse unas cañas, Andrés, el más fantasioso, llevó la conversación a este punto:
- Si tuviéramos una amante, seguro que le haríamos más caricias, la mimaríamos, le haríamos regalos, estaríamos pendientes de sus deseos… Estoy seguro que seríamos más cariñosos con ella que con nuestras mujeres…
- Mia… eso… con poquito –dijo uno cualquiera de los otros tres.
- Si tuviéramos una amante, seguro que le haríamos más caricias, la mimaríamos, le haríamos regalos, estaríamos pendientes de sus deseos… Estoy seguro que seríamos más cariñosos con ella que con nuestras mujeres…
- Mia… eso… con poquito –dijo uno cualquiera de los otros tres.
4 comentarios:
No entendí... :S
PERO TÚ, BIEN PORTADITO ¿eh?
Quería decir, el que habló, que con poquito que hicieran ya harían más caso a la amante que a la legítima. Dando a entender con el comentario que a la legítima no le hacían ni pito caso.
Por mi parte, un santo varón. Como siempre.
lo bueno de estar tan bien con alguien como si se estuviese solo, es lo que tiene. Que se olvida que no se está solo. y que tal vez solo se estuviese mal. con amante o sin ella.
o tal vez no. :)
Zeltia, por lo que sé o me imagino, creo que eres más experta en soledades que yo. Aunque eso no puede saberse nunca con certeza.
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