25 de septiembre de 2009

Los nombres de las flores


La abuela Narcisa, nacida a finales del siglo XIX, de familia humilde, y paupérrima, claro, en un pueblo donde todas las mujeres tenían nombre de flor, procedía de una época tan diferente de la actual como distintos son un iPod y una castaña. Pero eso, bien mirado, era lo que se esperaba de las abuelas, que tuvieran una historia, un ascendiente. Ellas, por viejas, no perdían interés entonces sino que ganaban misterio ante los niños y, hasta a veces, podían convertirse en seres fascinantes que el tiempo, diseñado para pasar, podía devolver años después revestidas de sabiduría y mágicos poderes.
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4 comentarios:

Ángeles dijo...

Pues qué diferente consideración tenían los viejos entonces y ahora. Y así nos va, por no prestar atención a los que han vivido ya y saben de qué va la cosa.

Lan dijo...

Tuve mucha suerte por poder, no sólo conocer, sino también convivir durante años con mis abuelas y abuelos. Y todos ellos me dejaron una influenca grande que sólo el paso de los años me reveló en su totalidad.

Paz Zeltia dijo...

pues ahora, vieja es un insulto.
yo no he tenido trato con mis abuelos. solo una abuela que veía a ratos, y que no me caía muy bien... tenía parkinson y temblaba sin cesar, y lo peor, rezaba sin parar, y vestía de negro, y era fea, y no me gustaba nada que me besara.
era una vieja que no me agradaba nada, como un cuervo.
sin embargo, cuando dejé de ser niña, siento una ternura especial por los viejos y viejas.
me enfada todo el afán que hay en torno a los niños, y lo abandonados que están los viejos, y a que poquita gente les importa si están solos, enfermos, desamparados. como si unos fueran personas pero los otros perros. que digo perros, perros callejeros para concretar, que los de pedigree es otra historia,

no sé de d´`onde me viene a mí esto.

Lan dijo...

También de niño, Zeltia, sentí lo que sentiste tú hacia algunas viejas y viejos. Pero conocí a mis abuelos sanos y nunca he perdido su grato recuerdo.