14 de febrero de 2011

Como el pez en el garlito

La idea política de cualquier ciudadano, visto el asunto de modo absoluto, sólo es interpretable en forma de voto. Pocas personas tienen medios para proponer, y ninguna para elegir, algo distinto de lo que hay. Y nos movemos, al menos algunos, entre la abstención y el miedo a nuestro propio voto. Miedo a lo que hay, que roza la inoperancia y el desastre, y miedo a lo que puede haber, si cabe, más incierto y oculto. Y así, topamos con los límites de nuestra democracia. Y nuestra fe, en que pueda existir algo mejor, se tambalea ante este horizonte inamovible.

No hay comentarios: