1 de abril de 2011

La muga de los días

Las madrugadas son evocadoras. Y es difícil delimitar el momento en que se acaba el día viejo y empieza el nuevo; también el decidir si prefieres dormir o soñar, descansar o escribir. Porque ya ignoras donde está el reposo, si en descubrirse o en ocultarse, si en pensar o en darle tregua al pensamiento hasta otra luz. Pero las noches, insondables periodos para el niño, se vuelven cortas, brevedades oscuras, para el que, cavilando, desearía que fueran paréntesis interminables y profundos. Mas apenas duran un suspiro, como aquellos recreos gozosos del colegio que a uno siempre le parecieron cortos.

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