No es que no quisiera a su pareja. Era otra cosa, se decía convencida, era la necesidad de sentirse viva, de encontrar alicientes. El sexo la sacaba del aburrimiento que la normalidad cotidiana daba por apacible. Y sólo por ese placer, según ella: su conexión vital, se metía en aventuras alocadas, tan sin fundamento que, consumadas, se preguntaba cómo había tenido valor y estómago. Pero la mente, que no para, le decía que lo humano planea por encima de éticas y estéticas y que, por seguridad, mantuviera tanto su pareja como su amante formal, que la estabilidad es lo primero.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Si es que algunos lo quieren todo... y está visto que no puede ser, ¿no?
Algunos, hoy, puede que estén convencidos de que es todo lo que deben querer. Puede que hallamos llegado a una sociedad del consumo también en el aspecto sentimental. Si es que sentimental puede llamarse a una situación como la descrita. A eso cada uno debe contestarse desde dentro.
Publicar un comentario