He acariciado con la vista las piedras olvidadas, los caminos perdidos y las sendas cerradas, el agua de regatos y las bardas de adobe de cien pueblos hundidos. Me duelen los eriales perdidos, ahítos de zarzas, y los despoblados. Me gusta imaginar el esplendor de las quintas en ruinas, dormidas por el paso del tiempo y el sordo abandono de los hombres. Y quiero imaginarme lo que todo pareció en otro tiempo, antes de que el aullido de las sirenas sacara a la gente de sus pueblos y les hiciera piezas de otro mundo que ni entienden ni gobiernan.
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6 comentarios:
Bos días amicus:
Mola, cómo mola la velocidad de lo leído, de lo escrito que describe a pocos lo que se recorre en muchos.
Leerlo da gusto y con tan poco se entera uno de tanto...
[Sirenas hay de varios tipos y sonlos en los interiores peninsulares o de guerra o de calamidades que las aguas crecidas son capaces de mostrar. Sirenas varadas en el tiempo, estancadas en pantanos,como maléficas ondinas, de bosques quemados por el mal"humo"r de unos genes ancestrales, culturales, educacionales, casi recesivos]
Breves saludos amigo.
Deica logo amicus.
Beato Darzádegos, uno, a veces, se harta de ver tanta belleza abandonada,tanto paraíso perdido. Y todo, ¿para qué?
Un cordial saludo.
Muy hermoso lo escrito.
Gracias, hombre. Me alegro de que te gustara, JuanRa Diablo.
Eh, el amigo JuanRa ha pasado por aquí! Qué bien.
A mí estas cosas, los lugares abandonados, los edificios en ruinas, me atraen mucho y al mismo tiempo me dan pena. Me atraen por su belleza peculiar y porque activan la imaginación. Pero me dan pena porque hacen ver que nada, ni el Imperio Romano, es para siempre. Y vuelvo a mi contradicción entre la permanencia y el cambio.
Pues no sé nada del amigo JuanRa pero, en el fondo, qué es lo que sabemos unos de otros.
Debe ser que los seres humanos para permanece cambiamos pero por ahí queda lo que hay y nos da para imaginar lo que hubo.
Saludos, Ángeles.
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