Indiferente ya a los asuntos
laborales que un día le absorbieron, escuchó a su mentor con atención y, también,
con desgana. La desgana era para él algo nuevo, pero no pudo evitarla al notar,
con fastidio, que aquel hombre, que un día le deslumbró, permanecía anclado en
sus primeras ideas. Y no es que aquéllas hubieran quedado desfasadas, era que
quien las enunciaba jamás las había llevado a cabo ni profundizado en ellas o,
mejor, que jamás las contrastó con la realidad de cada día.
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Jamás quise enseñaros el camino –dijo muy circunspecto.
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Claro, porque no sabías cuál era.
6 comentarios:
¿Dónde acaba la modestia y comienza la ignorancia?
no se puede mantener la admiración por mucho tiempo.
Puede, Ángeles, que sea en un punto en que quedamos deslumbrados por estar pagados de nosotros mismos.
En la vida, Zeltia, se encuentra uno, algunas veces, con personas que no paran de descubrir caminos que jamás recorren, pero de los que dicen saber más que quienes los han regado con sudor. Así somos.
o igual sí lo sabía, puede ser que simplemente no tuviera el valor de recorrer ese camino.
biquiños,
Me parece, Aldabra, que hay que recorrer los caminos para saber lo que deparan y no basta solamente con indicar a los demás dónde empiezan y creerte orgulloso de tu hazaña.
Bicos.
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