5 de enero de 2014

Añoranza

Hay personas con las que, por larga que haya sido la separación, los lazos fraternales se reanudan al instante. Y, fiados en esa garantía, dejamos pasar el tiempo sin verlas. Son afectos incondicionales que damos por seguros. Pero, tras muchos años de confiada indolencia, reparamos repentinamente en el peligro: la amistad puede no consumirse, pero sí el tiempo. Porque la duración de nuestras vidas no es tan indefinida como alguna vez imaginamos y, por ese error, esa inconsciencia, la llama viva de un afecto puede convertirse, de hoy para mañana, en la ceniza fría de un echar de menos.

4 comentarios:

Descalza dijo...

¡En la torre! (exclamación coloquial de mi rumbo) Tu post está cargadísimo de verdad.
¡¡¡FELIZ 2014!!!
Un abrazote

Ángeles dijo...

Yo pienso mucho en esto mismo, pero no escarmiento.

Me ha gustado mucho cómo lo has expresado.

Lan dijo...

Me alegro de que así te lo parezca, Descalza.
Un abrazo y feliz año 2014.

Lan dijo...

Seguramente, Ángeles, esto nos ocurre a casi todos.
Gracias por tu amable comentario.