22 de marzo de 2014

Evitar errores no es acertar

“Tenemos todas las respuestas, pero nadie nos pregunta”, rezaba un cartel en un rincón de la residencia de ancianos.
La frase, como todas las frases lapidarias que, por cierto, odio, me hizo pensar. ¿Sería verdad que aquellos ancianos tenían todas las respuestas? La redonda sentencia parecía demasiado presuntuosa para ser cierta.
Recapacité, desde mi modesta experiencia y, tras cavilar un rato, me dije que, tal vez, sería mejor sustituir esa frase por esta otra:
“No tenemos todas las respuestas, pero sabemos de muchas que son erróneas”.
La frase no quedaba tan rotunda como la primera pero, seguramente, resultara más cierta.

4 comentarios:

d:D´ dijo...

Eso mismo decían algunos refiriéndose a los inexistentes cuando nadie los reclamaba. El asunto es que siempre que daban respuestas decían la misma tontería, la falacia de siempre.
Sus lápidas, estaba claro, mudas como las piedras, no tenían ningún escrito. Sin palabras
Puede ser un error gigantesco el que millones de seres sigan creyendo y resultar ésa la verdad que hace que sigamos siendo tan primitivos; lo cual me lleva a pensar que éste, posiblemente, sea el freno para nuestro verdadero viaje a las estrellas...o a su limbo inobservable. Eso, si tuviera algo que odiar, sería eso y no los aforismos...
[Algunas sentencias lo son por ser absolutas, si dejaran otra salida serían otra cosa]
Pues eso.

Ángeles dijo...

Pero es que el mensaje, a veces, es lo de menos. La forma, aunque no encierre mucha exactitud, es lo que cuenta, lo que llama la atención, lo que impresiona a los impresionables.
Pero tú tienes la manía de reflexionar, y así no funciona, hombre.

Lan dijo...

Bueno, Beato, pueden no gustarnos varias cosas a la vez. La capacidad del gusto y del disgusto no tienen límites. :-)
Un cordial saludo y muchas gracias por tus vehementes comentarios. Como casi siempre.

Lan dijo...

Tal vez, Ángeles, se nos esté contagiando cada día más el lenguaje publicitario. Nadie nos toma por reflexivos y así, la prensa, los políticos, los medios... se han convertido en vendedores y buscan sólo en nosotros el punto impresionable. Luego, claro, descubrimos la letra pequeña y nos pesa el haber sido tan tontos.