28 de septiembre de 2008

Taras


Tuvo una hija a los diecinueve de padre desconocido porque, que recordara, al menos estuvo con dos aquella tarde estival en las fiestas de Villares. No les conocía, ni recordaba sus nombres, ni les vio más. Marisa no era prostituta, era así. Ahora vivía sola. El juez impedía que conviviera con su hija adolescente. Últimamente Abdullah era su asiduo, por el sexo. De él sólo le molestaba su afán obsesivo por sodomizarla. Aquella semana se enceló con un amante nuevo, al que enseñaba francés, pero discutieron porque él quería fumar en la cama y, en esto, aquel loco la apuñaló.

2 comentarios:

Insumisa dijo...

¡Pobre!
¿Sobrevivió para contarla?

Lan dijo...

Desgraciadamente no.
Su asesino, a los pocos meses, se ahorcó en la cárcel.