5 de octubre de 2008

El buen abono


Se jubiló. Al otro lado del mundo su vieja ciudad, cubierta de basura, yacía, sobre todo, bajo la corrupción. En qué duras tareas había que enfangarse para disfrutar de la vida grande, de la verdadera, de la que ofrecían estos parajes exclusivos, paradisiacos, sólo para privilegiados. Los negocios eran así y no iba a ser él, precisamente, quien lo cambiara. El dinero, en general, huele a mierda, a sudor ajeno, también a sangre, y el suyo, el suyo en particular, al detritus hogareño de Nápoles. El senatore Giordano, jubilado, residía en aquel limpio paraíso gracias a la suciedad. Gran abono.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En el 2001 estuve en Nápoles. Me pareció una ciudad sucia, en definitiva. Luego supe por qué.

Lan dijo...

Los países viejos, como Italia y el mío, tienen problemas viejos y enraizados que, por otra parte, no son muy distintos de los de otros países menos viejos... la corrupción, que es a las personas lo que el agua a los peces.