29 de diciembre de 2008

A vueltas


Como los bebés, los ancianos tienen el cuerpo amorfo, indefinido y con dolores imprecisos. Te dicen lo que quieren pero es como si no lo hicieran. Al momento lo olvidan porque los dolores en ellos son ya más generales y tediosos que su ansia por dejarlos atrás definitivamente. Pero no saben cómo hacerlo porque también se es anciano sólo una vez, sin previo aviso. Habitan una ruina. Así, tan pronto te dicen entre lágrimas que tienen ganas de abandonarlo todo como preguntan, al menor alivio, si tienes restaurante reservado para su cumpleaños, a tan sólo un puñado de insuperables días.

4 comentarios:

Insumisa dijo...

¿Lo tienes?
¿Hiciste las reservaciones ya?
Hazlo... en todo caso, dile que lo hiciste con tu mejor sonrisa de esperanza. Que sepa que deseas con todo tu corazón que llegue a ese día. Pide una copia del menú y llévaselo. Que si no puede leerlo, se lo lees tú. Háblale de la selección de postres, distrae su mente en algo que le resulte agradable. Dile de los horrorosos calcetines a rayas que te regalaron por Navidad. Distráela, haz que sonría. Sigue acariciando su cabeza.
¡Dale ánimos!
Un abrazo de larga duración

Lan dijo...

Lo haré lo mejor que pueda. Pero, en cualquier caso, te agradezco mucho estos consejos.
Otro abrazo recíproco. ;-)

Paz Zeltia dijo...

yo, en esos momentos, también querría que la memoria me fallase, y cambiar los dolores y los temores por citas en restaurantes o rescatando como realidades personas y acontecimientos del pasado

Lan dijo...

No si en tu momento lo harás pero yo ya he visto algunos que lo hacen.
Y sobrevivió a su cumpleaños.