22 de junio de 2009

Crisis


Abrí la puerta, no podía creerlo. Era Santaluz un argentino que conocí en un viaje. Comimos juntos, cenamos por ahí. Invité yo, naturalmente. Sin prisa por marcharse viajamos a algunos lugares castellanos, Chichón, Segovia... En Segovia comimos en el Cándido por eso del tipismo. Siempre de anfitrión. Tras diez días hube de llevarle al autobús para Barcelona y, tras constatar que no tenía un chavo, pagarle el billete y darle 50 € para lo que necesitara. Antes de marchar, algo mohíno, dijo no saber como arreglárselas si le devolvía la visita en Argentina. ¡Hay que joderse, lo que son las crisis!
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2 comentarios:

Paz Zeltia dijo...

con anfitriones así, da gusto viajar!
cuando viajamos a todos nos gusta que nos lleven a lugares de los que hemos oído hablar, y también a aquellos que sólo los propios del lugar conocen bien, que es la mejor manera de conocer un sitio. Pero si el que nos invita no tiene dinero, con que tenga voluntad, seguro que hay muchas cosas que se podrían ver y hacer muy interesantes!
si , al fin, lo peor de un anfitrión es que no le ponga ganas, y lo peor de un invitado ser un pesado y un gorrón... y lo peor de todo: ir prolongando la estancia. porque igual que nos reciben con entusiasmo, sin duda nos despiden con alivio jajajaja

Lan dijo...

Exacto, la voluntad puede hacer más que el dinero cuando se trata de conocer, que no otra cosa es el viajar.
Santaluz, incorregible, volvió a llamarme hace un año, estoy en Madrid, dijo.
Le dije yo:
- No vengas.
Y, claro, no hubo más. Pero sí, Santaluz, lo intentó de nuevo.