Él acudió muy ilusionado a aquella reunión de compañeros celebrada a los 25 años de la graduación. No fue hasta la sobremesa cuando, animado por el par de copas que se había tomado, procuró hacer un aparte con ella. Fue muy directo:
- ¿Yo, a ti, te gustaba?
- Claro que me gustabas. Me gustabas mucho.
- Entonces, ¿por qué aquella única vez que me armé de valor y te lo dije, me rechazaste?
- Si no hubieses estado tan borde, lanzándote a por mí y empezando por tocarme el culo, todo podría haber sido muy distinto.
- Claro... olvidé ese detalle. Mi juvenil sinceridad.
- ¿Yo, a ti, te gustaba?
- Claro que me gustabas. Me gustabas mucho.
- Entonces, ¿por qué aquella única vez que me armé de valor y te lo dije, me rechazaste?
- Si no hubieses estado tan borde, lanzándote a por mí y empezando por tocarme el culo, todo podría haber sido muy distinto.
- Claro... olvidé ese detalle. Mi juvenil sinceridad.
6 comentarios:
"juvenil sinceridad" o
simplemente,
"no saber montárselo" jajaja
por todos es sabido que cocinando a fuego lento la comida sabe más rica.
Exacto. Como no supo, veinticinco años después intentó disfrazarlo de cinismo con ese comentario.
A cualquier cosa le llamamos juvenil sinceridad, yo me decanto más bien por el subidón de hormonas, juveniles, eso sí, pero hormonas al fin y al cabo.
Saludos.
Pues, llevas razón, Anabel, pero después de tantos años al de las hormonas sólo se le ocurrió decir eso. ;-)
una salida muy airosa, opino.
(de ésas que a mí se me ocurrirían después cuando me quedo a solas y pienso en la tontería que dije cuando realmente hubiera querido dar una respuesta rápida, inteligente, aguda, ocurrente... ya sabes)
Es una salida con humor y un poco de ironía para salir, veinticinco años después, de una situación en la que el muchacho entonces hizo lo que le pidió el cuerpo. Y, claro, se ve que lo hizo mal. ;-)
Publicar un comentario