16 de junio de 2009

La indiferencia

Nunca recuerdo si fue en Rubielos de Mora o en Mora de Rubielos, pero sí, allí, en uno de ellos, a la puerta de un castillo pensé en la muchísima gente que, en el mismo sitio en el que me encontraba, habría pasado angustias, penas, desasosiegos, enfermedades, hambrunas, calamidades o habría encontrado la mismísima muerte. La gran puerta del castillo marcaba el escenario. Si no fuera por ella, el lugar, habría pasado desapercibido como los tantos enmarcados sólo por el aire, indefinidos. Pero sigo pensando si me encontraba en Mora de Rubielos o en Rubielos de Mora. Cuidado, es importante.
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5 comentarios:

Paz Zeltia dijo...

eso que dices de la puerta...
da un poco de vértigo "sentirse" en el lugar, consciente del paso de los otros, de la poca importancia de su paso y del nuestro, hermanados en ese soplo fugaz que es la vida. me he puesto cursi, pero es que esa sensación que mencionas, fascina y asusta un poco, a la vez. es como un remolino, te traga si te dejas. al menos a mí, y luego me cuesta recomponerme.

Paz Zeltia dijo...

mira, eh, que se m enfría la cena, y yo ahí haciendo el gilipollas con Mora de Rubielos y Rubielos de Mora, que me despertaste la curiosidad, que por algo dirías tú, eso de que era importante; y luego pensé que la wikipedia me tomaba el pelo
porque a pesar de ser los dos en Teruel lo que me hacía suponer que es el mismoç
no comprnedo como tienen entonces distinto numero de habitantes y se encuentran a una altura diferente, y unoestá a cuarenta y tantos km. de teruel y el otro a cincuenta y pocos, ahora ya, lo que no sé es la longitud y la latitud
que lata

Lan dijo...

Son pueblos distintos. Pero con lo de la puerta del castillo... veo que también a ti te ha pasado en otros lugares.
Saludos.

Paz Zeltia dijo...

sí que me ha pasado.
por eso siento fascinación por lugares, plazas, construcciones... y objectos.
sin embargo no me he vuelto coleccionista, ni tengo ese deseo de posesión.
Hace unos años me compré unos pendientes antiguos.
porque eran bonitos
y luego, cada vez que me los ponía, mil historias se me venían a la cabeza. y cómo habrían ido a parar a la joyería. y la persona que los compró. y la que lo vendió. y la mujer que los usó.
un rollo, vamos, que me poseían más espíritus que a la niña del exorcista.
bueno, ahora en serio. creo que la primera vez que sentí la sensación de la que hablas en tu post, fué cuando tenía unos 17 ó 18 años, delante de la puerta del castillo de san antón. no por el castillo, si no por la puerta. una puerta de madera, desteñida, gruesa, y entre los grafitti y yo-corazón-amo a roberto, había una inscripción hecha con un cuchillo, que ponía 1809.

Lan dijo...

Es curioso Zeltia que esos mismos sentimientos que describes los tenga yo también muchas veces y es tambien curioso que la historia del artículo sucedió también cuando tenía yo 17. Casualidades, seguro que también le pasa a más gente.