23 de junio de 2009

Ninjutsu o el arte del sigilo


Aquel Figueroa estaba loco. Nadie conocía sus actividades. Sólo se sabía que en verano llegaba al pueblo, abría su casa solariega y daba a los chicos clases de ninjutsu. Los muchachos, sobre todo los pequeños, gozaban con sus excentricidades. Lo que no era normal es que, al atardecer, saliera vistiendo una especie de quimono rojo vivo con dos katanas metidas entre el cinto y un casco samurai y, de esa guisa, se fuera a tomar cubatas por el pueblo.
Una tarde un provocador le apagó un puro en el cubata. Su reacción fue instantánea:
- ¿Cómo quieres que te mate?
.

4 comentarios:

Paz Zeltia dijo...

pero los ninjas no vestian de negro para que no los distinguiesen en la oscuridad?
:-)
mi hijo imitó durante un par de años a los nijas, y hasta se compró una katana por internet
(te acuerdas del adolescente que asesinó a sus padres con una katana? con un ojo abierto dormí yo dos semanas!
imagínate los cojones que tuvo el descerebrado fumador apagacolillas!

mamaíña qué medo!

Lan dijo...

Al bebedor que le apagó el puro en el cubata, el tío del uniforme colorado le tenía frito. Y no creas que le pasó nada, que el payaso de las katanas hizo la risión y no volvió más a hacer el gilipollas con aquella facha.
Y es que no está nada mal ponerles freno a tanto gilipollas como anda por ahí suelto. Que uno también tiene sus derechos, coño.

Insumisa dijo...

Los samurais eran guerreros de élite militar al servicio de un señor. Los ninja eran asesinos mercenarios. No me crean mucho, pero hay alguna diferencia entre ambos guerreros.

Lástima que se le haya quitado lo payaso a Figueroa, después de todo, era una especie de atractivo turístico en la zona. O en el peor de los casos, un entretenimiento chusco y gratuito para el pueblo. ¿no?

Lan dijo...

Acepto todas las apreciaciones sobre ninjas y samurais pero lo que era Figueroa era un tipo con ganas de llamar la atención y montar el número allá por donde fuera. Claro, el del puro se hartó y... Eso sí, a la hora en que aquello pasó, ni Figueroa ni el del puro tenían pizca de sed.